"Zan" era apenas una cría cuando un día entró en un vagón de mi vida sin permiso
y se quedó para siempre, no nos vemos ni nos hablamos pero nos “sabemos ahí”. Ella es
lo que yo interpreto por mujer luminosa, de sonrisa y mirada maravillosas.
Para ella cualquier
proyecto que se le ocurra es viable, lo persigue y lo consigue, además transmite optimismo y alegría a un futuro
que, por más incierto que lo veas, ella se las ingenia para subrayar las
promesas de mejoría y con sus palabras convencerte que es posible convertir esas
promesas en metas alcanzables.
Las palabras, el idioma, los dialectos y un horizonte de esperanza
(Ilustraciones de Ana Rey http://www.elbookdeanarey.com/)
Sin caer en lo obvio de que haya un motivo o suceso lo suficientemente
doloroso como para dejar de hablarse, tanto por una de las partes, como por
ambas, los motivos de que se difuminen en el camino las palabras suficientes,
para hacernos saber, que seguimos latentes para el otro, pueden ser muchos.
Hay varias formas de vivir y hacer sentir a los demás y recíprocamente
ellos a nosotros. Supongo que no queremos, ni nos relacionamos, e
incluso ni nos comunicamos de la misma manera con un hijo, que con una pareja,
un padre, un amigo, un compañero de trabajo, un conocido, un
vecino, un cliente, etc.
El tiempo que disponemos para estar con ellos también predispone
positivamente al acercamiento, pero negativamente a los roces, por el desgaste
del tiempo.
No es lo mismo una pareja con la que compartes tu vida 24 horas al
día, que un amigo que se ha marchado a Australia a emprender nuevos retos.
Aunque, a priori, podríamos pensar que vamos a tener más comunicación
con nuestra pareja (que sería lo normal), en ocasiones, no es extraño darnos
cuenta de que ese "desgaste diario" y el conocimiento absoluto del
compañero, pueda hacernos sentir que sabemos perfectamente cómo se encuentra el
otro, sin tener ni si quiera que preguntar, sin darnos cuenta de que vamos
olvidando hasta el lenguaje no verbal, desaprendiendo esa necesidad vital de
comunicación y abasteciendo el tanque de la desidia y dejando en reserva el
amor, sin percatarnos desde cuando lleva parpadeando la luz de aviso.
http://www.elbookdeanarey.com/?portfolio=incomunicados |
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Cuando intentas una y otra vez decirle al otro que estas ahí, pero los
intentos caen en saco roto, inequívocamente, llegará un momento en el que las
palabras necesarias para el entendimiento se desvanecerán para siempre en el
abismo del tiempo del silencio.
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No quiero con esto dar por sentado que las adversidades como la monotonía o la
rutina, sean las culpables certeras de algunas faltas de comunicación, pero
ayudan y mucho.
Ciertamente hay veces que sucede el caso contrario, o sea, que el hecho de
convivir mucho con otra persona favorezca la comunicación. Por ejemplo, con los
compañeros de trabajo pasamos más horas que con el resto de nuestra familia o
amigos, y eso hace que la intensidad de la comunicación haga que pasen a ser
algo más que lo que hasta ahora habían sido en nuestra "escala de
compañeros de viaje".
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Debemos de tener en cuenta que la falta de comunicación, en
ocasiones, puede generar tal distancia en la relación, que poco a poco
olvidamos lo que fuimos y solo sentimos lo que ya no somos para el otro. Ese
"desdén" puede ir acompañado de la tristeza incluso de
pensar que has podido hacer algo que le haya dolido al otro, del
desaliento del pensamiento de que ya no te necesitan como antes, y ese
sentimiento retroalimenta (como el refrán: el uno por el otro, la casa sin
barrer) la falta de comunicación, generando la distancia y lejanía, quizás
muchas veces, ni siquiera deseada por ninguna de las partes.
Otros factores que pueden contribuir a esto, pueden ser, el ritmo de vida,
el trabajo, la pareja, la familia, los hijos, los amigos, hasta el crecimiento
personal, que irán marcando las diferentes bifurcaciones, senderos o caminos
del trayecto.
Habrá etapas en las que la comunicación fluida hasta ese momento,
cueste más que antes, e incluso que no la haya en grandes espacios de tiempo,
pero de pronto levantas el teléfono y te das cuenta de que no importa la distancia,
ni el tiempo, porque sientes que el feeling, la alegría, la empatía, el cariño,
el respeto, la inquietud, el apoyo y un sin fin de más cosas, siguen estando
ahí.
Sin haber un motivo "mayor", creo firmemente que ni la distancia,
ni el tiempo, ni las circunstancias, puedan hacernos olvidar lo compartido con
el otro y que en la amistad no hay "velocidad crucero", porque aunque
la vida nos haga coger medios de transporte diferentes, siempre hay algo
en común, el cariño, para mandar una postal de vez en cuando donde le recuerdes
al otro que una parte de ti está con él.
Gracias "Zan" por formar parte de este viaje.
Pero que requetebien que te expresas,a Ti es imposible dejarte de hablar porque entras en el corazón, felicidades por esta magnifica idea, besicos
ResponderEliminarGracias amiga, espero que un día te decidas y compartas uno de tus viajes ,tienes mucho que aportar con tu particular visión de la vida, la vida es en si un gran viaje con un destino definido o podemos ir a nuestro libre albedrío? Un profundo abrazo amiga mía.
ResponderEliminarEl post anterior no es mío, es de una amiga que conociste el 19 de noviembre en el Carmen de los Mártires de Granada. ha querido colaborar con su visión y lo ha hecho así de bien. ¿te atreves tu?
ResponderEliminarAy Merchita. Cómo es esto de los trenes. Te subes, te sientas y te arrastran irremediablente, traqueteando impasibles, inmunes a cómo te afecte a tí ese viaje.
ResponderEliminarPero los trenes van, y vuelven. A veces, solo hay que esperar un par de estaciones para que de nuevo se abran las puertas que invitan a un nuevo viaje.
Sin maletas, para ir más ligeritas.
Muy bonito tu nuevo blog. Enhorabuena.
Montse