miércoles, 3 de octubre de 2012

Las palabras, el idioma, los dialectos y un horizonte de esperanza

Para este blog he acudido a personas a las que admiro, comunicadores, escritores, poetas y pensadores. No sé cuantos y cuales acudirán a mi llamada y de mi entorno más cercano a las personas con las que he compartido desde hace años  pensamientos y reflexiones. Personas generosas con sus razonamientos con las que he crecido y me he enriquecido.  Aunque no viajemos en el mismo tren, tenemos las mismas aspiraciones: no pasar por la vida  de puntillas, aprender a convertir las sensaciones en sentimientos y aprender a verbalizarlo, a compartirlo.


"Zan" era apenas una cría cuando un día entró en un vagón de mi vida sin permiso y se quedó para siempre, no nos vemos ni nos hablamos pero nos “sabemos ahí”. Ella es lo que yo interpreto por mujer luminosa, de sonrisa y mirada maravillosas.
Para ella cualquier proyecto que se le ocurra es viable, lo persigue y lo consigue, además transmite optimismo y alegría a un futuro que, por más incierto que lo veas, ella se las ingenia para subrayar las promesas de mejoría y con sus palabras convencerte que es posible convertir esas promesas en metas alcanzables.

Las palabras, el idioma, los dialectos y un horizonte de esperanza 

(Ilustraciones de Ana Rey http://www.elbookdeanarey.com/)


"Incomunicados"Ana Rey 
Anoche elucubrando, entre sartenes y cenas, pensé que el motivo del blog era muy interesante, pero no ha sido hasta esta mañana cuando, desde la tranquilidad del silencio y el tiempo, he podido darme cuenta de las connotaciones que puede llegar a tener. 
Sin caer en lo obvio de que haya un motivo o suceso lo suficientemente doloroso como para dejar de hablarse, tanto por una de las partes, como por ambas, los motivos de que se difuminen en el camino las palabras suficientes, para hacernos saber, que seguimos latentes para el otro, pueden ser muchos.
Hay varias formas de vivir y hacer sentir a los demás y recíprocamente ellos a nosotros. Supongo que no  queremos, ni nos relacionamos, e incluso ni nos comunicamos de la misma manera con un hijo, que con una pareja,  un padre,  un amigo, un compañero de trabajo,  un conocido, un vecino, un cliente, etc.
El tiempo que disponemos para estar con ellos también predispone positivamente al acercamiento, pero negativamente a los roces, por el desgaste del tiempo.
No es lo mismo una pareja con la que compartes tu vida 24 horas al día, que un amigo que se ha marchado a Australia a emprender nuevos retos.
http://www.elbookdeanarey.com/?portfolio=incomunicados
 Aunque, a priori, podríamos pensar que vamos a tener más comunicación con nuestra pareja (que sería lo normal), en ocasiones, no es extraño darnos cuenta de que ese "desgaste diario" y el conocimiento absoluto del compañero, pueda hacernos sentir que sabemos perfectamente cómo se encuentra el otro, sin tener ni si quiera que preguntar, sin darnos cuenta de que vamos olvidando hasta el lenguaje no verbal, desaprendiendo esa necesidad vital de comunicación y abasteciendo el tanque de la desidia y dejando en reserva el amor, sin percatarnos desde cuando lleva parpadeando la luz de aviso.
 Podría ser que uno deja de hablar, cuando tienes la sensación de que a lo largo del camino aprendimos a hablar diferentes idiomas y la lengua común con la que nos comunicábamos, ha pasado a ser un dialecto en desuso, cuando lo suscitado no tiene respuesta, cuando empiezas a creer que ya no importa lo suficiente lo que has intentado transmitir desde hace tiempo, sin reacción alguna por la otra parte.
http://www.elbookdeanarey.com/?portfolio=incomunicados
 Puedes llegar a sentir que las inquietudes comunes son parte del pasado y  ser consciente de que el presente no te aporta las fuerzas para poder hacer entender al otro que estas mal, que te has perdido y necesitas encontrarte de nuevo, que quieres volver a sentir que las palabras hacen efecto porque de nuevo tienen sentido para los dos. 
Cuando intentas una y otra vez decirle al otro que estas ahí, pero los intentos caen en saco roto, inequívocamente, llegará un momento en el que las palabras necesarias para el entendimiento se desvanecerán para siempre en el abismo del tiempo del silencio.
http://www.elbookdeanarey.com/?portfolio=incomunicados

No quiero con esto dar por sentado que las adversidades como la monotonía o la rutina, sean las culpables certeras de algunas faltas de comunicación, pero ayudan y mucho.
Ciertamente hay veces que sucede el caso contrario, o sea, que el hecho de convivir mucho con otra persona favorezca la comunicación. Por ejemplo, con los compañeros de trabajo pasamos más horas que con el resto de nuestra familia o amigos, y eso hace que la intensidad de la comunicación haga que pasen a ser algo más que lo que hasta ahora habían sido en nuestra "escala de compañeros de viaje".


http://www.elbookdeanarey.com/?portfolio=incomunicados

 Debemos de tener en cuenta que la falta de comunicación, en ocasiones, puede generar tal distancia en la relación, que poco a poco olvidamos lo que fuimos y solo sentimos lo que ya no somos para el otro. Ese "desdén"  puede ir acompañado de la tristeza incluso de pensar que has podido hacer algo que le haya dolido al otro, del desaliento del pensamiento de que ya no te necesitan como antes, y ese sentimiento retroalimenta (como el refrán: el uno por el otro, la casa sin barrer) la falta de comunicación, generando la distancia y lejanía, quizás muchas veces, ni siquiera deseada por ninguna de las partes.
Otros factores que pueden contribuir a esto, pueden ser, el ritmo de vida, el trabajo, la pareja, la familia, los hijos, los amigos, hasta el crecimiento personal, que irán marcando las diferentes bifurcaciones, senderos o caminos del trayecto.

 Habrá etapas en las que la comunicación fluida hasta ese momento, cueste más que antes, e incluso que no la haya en grandes espacios de tiempo, pero de pronto levantas el teléfono y te das cuenta de que no importa la distancia, ni el tiempo, porque sientes que el feeling, la alegría, la empatía, el cariño, el respeto, la inquietud, el apoyo y un sin fin de más cosas, siguen estando ahí.
Sin haber un motivo "mayor", creo firmemente que ni la distancia, ni el tiempo, ni las circunstancias, puedan hacernos olvidar lo compartido con el otro y que en la amistad no hay "velocidad crucero", porque aunque la vida nos haga coger medios de transporte diferentes,  siempre hay algo en común, el cariño, para mandar una postal de vez en cuando donde le recuerdes al otro que una parte de ti está con él.
Las personas somos como los barcos al zarpar, que aun desapareciendo en el horizonte y aunque ya no los veas, sabes que en algún lugar del horizonte, siempre seguirán estando. 

Gracias "Zan" por formar parte de este viaje.

4 comentarios:

  1. Pero que requetebien que te expresas,a Ti es imposible dejarte de hablar porque entras en el corazón, felicidades por esta magnifica idea, besicos

    ResponderEliminar
  2. Gracias amiga, espero que un día te decidas y compartas uno de tus viajes ,tienes mucho que aportar con tu particular visión de la vida, la vida es en si un gran viaje con un destino definido o podemos ir a nuestro libre albedrío? Un profundo abrazo amiga mía.

    ResponderEliminar
  3. El post anterior no es mío, es de una amiga que conociste el 19 de noviembre en el Carmen de los Mártires de Granada. ha querido colaborar con su visión y lo ha hecho así de bien. ¿te atreves tu?

    ResponderEliminar
  4. Ay Merchita. Cómo es esto de los trenes. Te subes, te sientas y te arrastran irremediablente, traqueteando impasibles, inmunes a cómo te afecte a tí ese viaje.
    Pero los trenes van, y vuelven. A veces, solo hay que esperar un par de estaciones para que de nuevo se abran las puertas que invitan a un nuevo viaje.
    Sin maletas, para ir más ligeritas.

    Muy bonito tu nuevo blog. Enhorabuena.

    Montse

    ResponderEliminar

Gracias por venir.
Sin ti esta aventura no tiene razón de ser.