miércoles, 21 de noviembre de 2012

La vida nos sujeta


“La vida nos sujeta, porque precisamente no es como nos esperábamos...” Leo en un libro (dedicado por su autor – ya fallecido -, al que conocí en aquella época en que me dejaba impresionar por las personas por sus nombres, más que por sus realidades) y me hace pensar en conversaciones de intercambios de pareceres profundos y me hace flash back en la memoria, y no puedo estar más de acuerdo.
Yo, también fui torbellino cargado de lluvias de risas y osadías, que por rebeldía adolescente me escapaba cuantas veces podía por el simple placer de ver atardecer desde las afueras, para ir a por “un minuto de soledad con Dios“, como me gustaba llamar a mí a esa comunión de naturaleza que desde siempre, me ha inundado la calma de una dicha de vivir que estallaba con los colores caprichosos con que me despedía la tarde. 
Hace meses que no salgo a despedir el día lejos de ruidos más allá del mar o los pájaros porque me faltaba el tiempo y la paz necesaria para poder apreciarlo y porque estaba enfadada con Dios y con los ángeles -con mis particulares ángeles- porque me parecía que no estaban conmigo, que no estaban aquí.
Luego repasando los sucesos me doy cuenta de que sí, de que claro que estaban, que de alguna forma orquestaron encuentros largamente postergados y momentos especiales y serenas despedidas naturales  y a pesar de los obstáculos impuestos e imprevistos lo facilitaron todo y nos acompañaron y sostuvieron.
He de retomar la costumbre de inundarme de los últimos colores de la tarde, de los últimos vestigios del día para que todo deje de parecerme gris oscuro o tan en blanco y negro, para dejar que venga la noche sin aprensión. Tal vez así vuelva a ver las estrellas y poder buscar entre todas ellas una nueva, para encontrar un punto de referencia, para despejar tanta tristeza como me ha quedado otra vez, otro otoño más después de las nueve ha vuelto a repetirse  la separación y el desgarro, la soledad más rotunda, la oscuridad más intensa en esa parte del corazón que sólo pertenece a la persona que se ha ido ¡tengo ya tantos rincones oscurecidos! 
He de volver a encontrar mágico ese momento que llena mi instante y me prepara con armonía para los fantasmas de la noche...y tras muchas lunas otra vez, en crecientes y menguantes, tal vez la angustia y los miedos vayan decreciendo a la vez que crece la sensación de ser, sencillamente como te vas conformando.
 Y regreso al pensamiento de cómo la vida nos sujeta de la manera más extraña...robándote la fe, la confianza y la naturalidad porque una vez más el ciclo de la vida ha sido brutalmente desbaratado, ha perdido su natural desarrollo haciéndote una permuta de esos valores tan necesarios por la intensa sensación de desorden vital, de catástrofe, de sin razón y desamparo que te provoca el abandono por deserción forzosa de tus seres más esenciales, porque la vida otra vez a dedo -pronto, demasiado pronto-, obliga a marcharse para siempre a quien tanto necesitas y a dejarte desarropada y expuesta desposeyéndote de otro de los lazos de sangre más fuertemente anudado. 
Y sientes en tus carnes abiertas su partida -pese a los años de lucha y de regalo- como una usurpación temprana del amor que más años te ha durado, en otra emboscada más de las que la vida te tenía preparada.
 La muerte nos suelta de lo que la vida nos sujeta.



domingo, 11 de noviembre de 2012

Vivirás para siempre en mí.


Ayer a las 21 horas se marchó para siempre mi hermano pequeño, mi amigo, mi confidente, mi héroe.
No nos deja solos porque estamos tan llenos de él que vivirá para siempre en nosotros, con nosotros.
Su manera de llevar su enfermedad y de vivir sus increíbles años de lucha ha sido una lección de vida para todos.
Mi hermano no perdió la batalla contra el cáncer porque se fue como un triunfador habiendo firmado la paz con la vida y con la muerte. Eso si, para quien tuvimos la suerte de conocerle… de quererle, el mundo desde ayer es mucho más aburrido y mucho más triste.